Carlos de Anjou

A PRINCIPIOS del año mil doscientos ochenta y cinco murió en Foggia el rey Carlos, rendido al dolor que le causaban tantas desgracias. Hombre esforzado, guerrero ilustre, ha manchado sus hazañas y su fama con la inhumanidad y la fiereza que manifestó en toda su vida. Resultaban estos vicios tanto más extraños en él, cuanto más se comparaban a la moderación y dulzura de su hermano el rey de Francia, San Luis. Ganó grandes batallas, se apoderó de grandes estados, y de simple conde de Provenza se vio rey de Nápoles y de Sicilia, árbitro de Italia y objeto de espanto en Grecia, adonde ya amagaba su ambición.

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