El hada del lago Van

Photo by Sharon McCutcheon on Unsplash

UN joven pastor apacentaba una tarde sus ovejas junto al lago de Van en las Montañas Negras, cuando salieron del agua tres hadas y se pusieron a jugar sobre el césped. Todas ellas eran hermosas con una hermosura nunca vista en rostro mortal; pero la más joven era la más bonita, y el pastor se enamoró de ella locamente, y consiguió hacerla su esposa. El día de la boda, el hada salió del lago Van llevando consigo, como dote, tres vacas, dos bueyes y un toro, y el casamiento se celebró con grande regocijo.

-Ahora ten presente-dijo el hada a su esposo—que si llegas a pegarme tres veces sin motivo, tendré que volver al lago.

El pastor dijo que nunca le pasaría por las mientes ponerle la mano, y así vivieron felices en su hogar y les nacieron tres niños; pero una vez pidió el pastor a su esposa que fuera por un caballo para ir al bautizo, y ella se olvidó de hacerlo, y sin pensar él nada en la amenaza referida, dio a la mujer una manotada en el hombro y le dijo que hiciera lo que le había encargado

-Esta es la primera – dijo el hada.

Poco tiempo después fueron a un casamiento, y el hada, en lugar de regocijarse, estuvo llorando todo el tiempo, ni más ni menos que si estuviera en un entierro y todo el mundo estuviera triste.

– ¿Por qué lloras? -preguntóle el pastor, y le dio un golpe en el hombro.

-Porque el matrimonio resultará desgraciado- contestó ella. – Y repara en que ya me has pegado dos veces.

El pastor puso luego mucho cuidado, porque en realidad, temía mucho el perder a su esposa; pero pasado algún tiempo, en un funeral, ella llamó la atención de la gente porque reía y bailaba tan fuera de lugar. Olvidándose del todo a sí mismo, el pastor le pegó, y le dijo:

– ¿Es éste tiempo para regocijarse?

-Sí, – dijo el hada. -El niño ha dejado las penalidades de la tierra y subido al reino de los cielos. Pero éste es el tercer golpe. ¡Adiós!

Al entrar el hada en el lago de Van, su ganado la siguió, y cuando sus tres hijos fueron mayores volvió a aparecer y les dio el don de curar, por lo cual llegaron a ser todos ellos famosos médicos.

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