Con la aparición del cristianismo murieron todas las divinidades mitológicas; pero de entonces acá han rodado los siglos sobre el mundo, sin lograr destruir en la memoria de los hombres el multiforme recuerdo de aquellos humanos dioses y gentiles diosas. Estrechamente ligados sus nombres a las costumbres e instituciones de los romanos, y sobre todo al cómputo del tiempo todos los pueblos de origen latino hemos recibido y conservado en nuestro calendario, que procede directamente del establecido por Julio César. De esta suerte vemos hoy que hasta sobre el mismo calendario cristiano parecen vagar las sombras de aquellos fenecidos dioses.
Vamos, pues, a trazar la historia de los nombres de los doce meses; y para seguirla con más agrado figurémonos estar presenciando el desfile triunfal de estos doce meses romanos.
ENERO
Rompe la marcha un dios con doble rostro, uno que mira hacia adelante y hacia atrás el otro, según puede verse en el grupo escultórico de nuestro grabado. Su nombre es Jano; los romanos le adoraban en un templo que permanecía abierto en tiempo de guerra, y cuyas puertas se cerraban durante la paz. Era el dios de los principios y de los fines; y así todo piadoso romano. Que deseaba emprender bien un negocio, O terminar felizmente una empresa, imploraba la asistencia de Jano. Era, asi mismo, este dios el guardián del cielo; y los romanos le consideraban como protector de los atrios y puertas de sus hogares. El templo de Jano tenía doce puertas, número que correspondía al de los doce meses del calendario juliano.
La idea que sugirió la manera de representar al dios Jano fue en extremo feliz. En efecto, atribuíasele la facultad de ver al mismo tiempo lo porvenir y lo pasado; y por eso sus estatuas nos lo muestran con dos caras, mirando en direcciones opuestas; y, si advertimos que el comienzo del año es la ocasión oportuna de considerar el tiempo que huyó y de prever el que nos traen los nuevos doce meses que se nos ofrecen en perspectiva, veremos cuan acertados anduvieron los autores de dicha representación simbólica. Es, por tanto, Enero el mes que invita a reflexionar en los años ya transcurridos, y a tomar soluciones previsoras para el año que empieza. LA palabra Enero viene del latín «Januanus» que a su vez deriva de «Janna», puerta; porque el primer mes del año es el que le inaugura y por decirlo así le da entrada.
FEBRERO
Sigue al dios Jano, en la imaginaria comitiva, una majestuosa matrona romana. Es Februa, la diosa de las purificaciones. Celebrábanse en el segundo mes del año fiestas especiales en honor de Juno y de Plutón, rey de los infiernos; y había sitios especiales para aplacar las almas de los difuntos. Estas fiestas lo eran también de expiación para el pueblo, y se denominaban «februales». Es Febrero el mes más corto del año, pues tiene 28 días en los años comunes y 29 en los bisiestos. Añádesele este día porque, constando el año aproximadamente de 365 días y 6 horas, al cabo de cuatro años estas seis horas han formado un día que se agrega Febrero por ser el más breve de los otros once meses. Data esta innovación de tiempos de Julio César, el cual, al ver que la acumulación de estas fracciones de días acarreaban una perturbación notable entre las fechas vulgares y las revoluciones celestes, llamó a Roma a Sosígenes, célebre astrónomo de Alejandría, el cual propuso que cada cuatro años el día 24 de Febrero, que según el cómputo romano se llamaba «sexto kalendas», se repitiese, quedando de este modo dicho mes aumentado en un día, llamado «bissextus», dos veces sexto, de donde el año tomaba la denominación de «bissextilis», esto es, bisiesto. La falta de exactitud de este cómputo, hizo necesaria con el tiempo la corrección gregoriana, llamada así del Pontífice que la decretó, en virtud de la cual se suprimieron algunos años bisiestos y se restableció en su verdadero lugar la época del equinoccio de primavera.
MARZO
El tercer personaje que desfila en el mitológico cortejo yérguese altivo sobre un dorado carro, arrastrado por dos caballos llamados el Terror y la Fuga. Su aspecto es de un guerrero temible, de porte arrogante y majestuoso; su diestra empuña una poderosa lanza, y mientras con su brazo izquierdo sostiene alzado su luciente escudo, levanta la cabeza tan alta, que los relámpagos juguetean sobre su bruñido casco. Es Marte, el dios de la guerra.
Los romanos le consideraban además como un dios omnipotente a causa de su gran poderío y fortaleza. Pedíanle la lluvia para los campos, y le consultaban en sus asuntos privados sacrificando sobre su ara ya un caballo, ya una oveja; ora un lobo o una picaza, o bien un buitre.
Solían también los soldados al ir a la guerra, llevar consigo una jaula con polluelos, consagrados a Marte; y antes de entrar en combate daban trigo a estas sagradas aves, observando atentamente si lo comían o lo rehusaban. Por medio de tales prácticas creían adivinar si tenían Propicio y favorable a Marte, o si, por el contrario, había augurios de un combate difícil y de dudoso éxito.
Veían también en el trueno Y en el relámpago señales del poder e indignación de Marte, que ha dado su nombre al tercer mes del año.
ABRIL
¡Cuán diferente del terrible dios Marte es la cuarta figura del cortejo! Sigue al pesado carro del dios guerrero un espíritu alado, leve y sutil como la brisa, cubriendo de flores las huellas de las crujientes ruedas. Es Aprilis, es decir «el que abre». Aunque no en todos los países guarda la misma relación la unidad de tiempo, mes, con los movimientos de la tierra, y por consiguiente, con las diferentes estaciones del año, era para los romanos Abril el mes que abría las puertas de la vida a la naturaleza aletargada y aterida por los fríos del invierno. De este mes decían con admiración «onmia aperit», esto es, «abre todas las cosas». pues los campos, valles y bosques romanos se revestían de verdura y parecían despertar de un largo sueño de soledad y tristeza.
MAYO
Ofrécesenos después, en la fantástica parada, la apacible y majestuosa figura de la diosa Maya, sentada en un trono
de luz. Era esta diosa hija de Atlas, rey fabuloso de Mauritania, que fue metamorfoseado por Júpiter en Montaña, de donde fingieron los autores de la mitología que había sido condenado a sostener el mundo sobre sus hombros. Había tenido Atlas siete hijas, las cuales habitaban en una montaña, y fue Maya la más afamada de las hermanas por haber tenido un hijo del dios Mercurio, que era el mensajero celeste entre los dioses y hombres. Júpiter, padre de todos los dioses colocó a Maya con sus hermanas en el cielo, como brillantes astros. El grupo de estrellas o constelación que conocemos bajo el nombre de «Pléyades», está formado por las siete hijas de Atlas, metamorfoseadas en estrellas.
La séptima es invisible y representa a una de las siete hermanas que se casó con un hombre llamado Sísifo. Fue éste condenado por sus robos y crueldades, después de su muerte, a subir en los infiernos una, enorme piedra a la cima de una montaña, de donde volvía a caer sin cesar. Horrorizada su esposa por tan cruel castigo, veló su rostro con tristeza
y pesadumbre.
JUNIO
Dos personajes avanzan tras la bella diosa Maya, disputándose el primer lugar. Es uno la diosa Juno y el otro un altivo romano, de nombre Junius. Hay divergencia de opiniones sobre el nombre de este mes, que unos creen consagrado a Junius y otros, que son la mayoría, a la diosa Juno.
Era esta gran divinidad femenina reina del cielo y esposa de Júpiter. Su trono de oro estaba junto al de su esposo; todos los dioses le rendían homenaje cuando se presentaban en el palacio divino; su cólera era terrible, y cuando se agitaba en su trono hacía temblar al Olimpo entero. Tenía poderes superiores, por virtud de los cuales ejercía dominio en los fenómenos celestes, producía el trueno en las alturas del éter, desencadenaba los vientos y mandaba a los astros.
En sus horas de esparcimiento gustábale vagar por los bosques sagrados en un caprichoso carro romano, tirado por
magníficos pavos reales.
JULIO
La figura que sigue el desfile es Julio César, soldado y emperador, y uno de los hombres más grandes de la antigüedad. Miembro de una ilustre familia patricia, y no satisfecho con tan ilustre abolengo, quiso que los poetas cantaran su descendencia de los dioses. A los diez y siete años fue nombrado sacerdote de Júpiter. Su juventud fue corrompida, mas a pesar de ello, era tan amante de la elocuencia que marchó a Rodas a recibir lecciones de un célebre retórico, y cuando regresó a Roma supo valerse del maravilloso don de la palabra para ganarse el favor popular. Más tarde fue nombrado Pontifice Máximo, a pesar de sus relajadas costumbres y de sus ideas sospechosas de ateísmo. Valiente y entendido general, derrotó a los helvecios y recorrió triunfalmente las Galias; conquistó Bélgica, invadió la Germania y la Bretaña logrando dominar una parte de esta isla. Después de estas campañas, más de tres millones de hombres reconocieron la autoridad de Roma. El brillo de sus sucesivas victorias le hizo inmortal. Fue tambin ilustre escritor, y a él se debe la reforma del calendario, como hemos visto al tratar el mes de Febrero. Julio, que es el séptimo mes de nuestro año civil, era el quinto en el primitivo calendario romano, como veremos más adelante, y se llamaba «Quintilis». En honor de este emperador que nació el 12 de este mes se le cambió el nombre de Quintilis por «Julius», de donde deriva el nombre de nuestro mes de Julio.
AGOSTO
Viene en pos de Julio César su sobrino y heredero Augusto, que fue primeramente conocido con el nombre de Octavio y rigió el imperio romano con los triunviros Marco Antonio y Lépido. Al fin quedó único dueño del poder; y si reinado fue la época, si no más gloriosa, por lo menos la más brillante de la historia romana, pues dejó huellas en la literatura de todos los pueblos. Las letras, la poesía y la elocuencia produjeron esas obras maestras que son la más alta expresión del genio latino y que tanto contribuyeron a la gloria de aquella época, llamada por la historia «siglo de Augusto» y que se vio ilustrada por Horacio, Virgilio, Tito Livio, Salustio, Ovidio y otros muchos hombres de talento, protegidos por Mecenas o por Augusto. De esa misma época data el florecimiento de la arquitectura romana. Recibió Octavio con los diversos poderes civiles y religiosos el título de «Augustus». Con este nombre, que ha dado origen al vocablo español «Agosto», se designó el octavo mes del año civil por celebrar en él el emperador los principales acontecimientos de su vida. En efecto, en ese mes fue nombrado cónsul, puso término a sus guerras y conquistó el Egipto. El pueblo romano llevó su adoración al extremo de añadir un día al mes «Augustus», tomándolo de Febrero, a fin de que su emperador no se creyese postergado a Julio César, cuyo mes, Julio, contaba treinta y un días. De ahí que el mes de febrero siga siendo aún el más corto del año.
SEPTIEMBRE
Es Augusto el último personaje de la pagana procesión a que asistimos. Los restantes, que forman la imaginaria comitiva, se nos presentan disfrazados bajo nombres enigmáticos que trataremos de descifrar. Como a personajes semianónimos, que parecen avergonzarse de mostrársenos a cara descubierta, no los hemos creído merecedores de ser representados en nuestros grabados.
Es necesario recordar Aquí que el primitivo año romano constaba de diez meses, cuatro de 31 días y los seis restantes de 30, que hacen un total de 304 días. El primero de los meses era Martius-marzo-, siendo, por consiguiente, Septiembre el séptimo número ordinal que los romanos escribían como todas las demás cifras por medio de las letras de su alfabeto. VII, pues, significa «septem», de donde deriva «September», en castellano Septiembre.
Era este mes para los romanos, como lo es hoy para muchos pueblos, el mes de las cosechas y vendimias, pues sus condiciones meteorológicas eran las más a propósito para que los frutos alcanzasen la perfecta madurez.
OCTUBRE
Este nombre proviene de octo, que en latín significa ocho, pero Octubre, que en un principio fue el octavo mes del año romano, pasó a ser el décimo desde que Numa, rey de Roma, fijó el principio del año en el día primero de Enero, aunque conservando su nombre primitivo. Desde entonces ha ocupado constantemente el mismo lugar del año, sin variar de nombre, no obstante haberle dado otros algunos emperadores, pero que no tuvieron aceptación.
Celebraban en este mes los romanos y griegos muchas festividades. En unas era costumbre hacer libaciones con vino viejo en obsequio a Medritina, diosa de la Medicina. Solíase, en otras, arrojar a los pozos y fuentes coronas tejidas de
flores y hierbas, como tributo a las ninfas a quienes estaban consagradas estas fiestas, y era también el mes de la recolección de frutas, cuyas primicias ofrecían a las divinidades.
NOVIEMBRE
Era el noveno del año en el antiguo cómputo romano, y por eso le llamaban «November».
Contábase entre los mas importantes en cuanto a, festividades y ritos religiosos, y estaba consagrado a Diana. Empezaba, con un banquete ofrecido a Júpiter y con los juegos circenses, llamados asi porque tenían lugar en el circo o anfiteatro. A ellos eran tan aficionados los romanos, que, en la época de su decadencia, no pedían al emperador otra cosa más que pan y juegos circenses. En el mismo mes celebraban los juegos «Plebeyos», instituidos para celebrar la reconciliación de patricios y plebeyos; se ofrecían sacrificios a Neptuno, dios de los mares, y se celebraban las fiestas
«brumales» o del invierno por empezar para ellos en este mes esa estación del año. Era, en efecto, ese mes generalmente lluvioso y poco apacible, y durante él se dejaban ya sentir los fríos intensamente, lo cual sucede en muchos países según su posición geográfica, con relación al sol.
DICIEMBRE
Cierra nuestro curioso cortejo el último de los personajes que llevan por nombre un número disfrazado misma extraña desinencia que los anteriores. Era Diciembre -del latín «december»; de «decem» diez- el décimo y último mes del cómputo romano. Introdujéronse después dos meses más, que, como hemos visto, tomaron los nombres de Julio César y Augusto -Julio y Agosto- pues el año para ellos, como para nosotros, comenzaba por Enero, según queda dicho. Mas, aunque de incorrecta etimología, se conservaron los mismos nombres para los cuatro últimos meses del año. En él celebraban los romanos sus famosas fiestas «Saturnales» en las cuales se entregaban a toda clase de regocijos en medio de la mayor licencia. Desde el principio de la era cristiana es Diciembre el mes de las fiestas del hogar, en que el mundo cristiano conmemora el nacimiento de Cristo. Es en muchos países el mes del Padre Noel o Cristmas y de los juguetes que con tanta impaciencia esperan los pequeñuelos.
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